domingo, 1 de julio de 2012

Eso que nunca nos diremos.


La fría repetición del paso de las horas no desalienta mi alma, que ya es perra vieja en esto de los engaños y las triquiñuelas del amor. Tu rostro ilumina mis noches, en cada sueño lo veo, esos ojos verdes, insaciables, portadores de la más bonita sensación. Una duda, entre explicarte a besos lo que me importas, o soltarte los “te quieros” que se amontonan en mi boca.
Con toda esta sarta de incoherencias, intentaré pues, resumirte, querido compañero, a qué viene tanto palabrerío. Lo que necesito, lo que deseo que comprendas más que nada en el mundo entero, es que aunque no te conozca más alla de las palabras, (y muchas veces ni te entiendo), aunque probablemente sea inapropiado y precipitado acelerar este proceso, y aunque creas que dichas memeces son obra de algún extraño conjuro, yo, sin comerlo ni beberlo, sin planearlo... te quiero.

domingo, 27 de mayo de 2012

Nuestra guerra fría.


Tú te quedaste el coche, y yo me quedé la casa. Tú saliste, casi obligado y por la puerta; yo quería salir por todas las ventanas. Tú luchaste sin descanso contra el tiempo y mis dudas, y yo gané mis falsas batallas. Tú te llevaste nuestra facilidad para reirnos en todo momento,dejándolo todo a un lado y yo, me guardé mis problemas sin resolver. Tú apenas conseguiste cambiarme, pero yo te cambié de una manera descomunal. Tú me quitaste todas las facilidades de las que tanto me quejaba, y yo las eché de menos, sin atreverme a pedirte que me las devolvieras. Tú, con tu estrategia de defensa demostraste ser el mejor atacante. Yo, testaruda y caprichosa, te arrastré hacia un torbellino que nos hundió de una manera profunda. Tú me esperaste, yo te dejé ir. Tú, lo superaste con el tiempo y fuiste feliz. Yo... deambulo entre los días sin saber quien ganó nuestra pequeña-gran guerra.
Pero aún tengo una duda...¿cuándo nos separamos, quién se queda con las canciones?

martes, 1 de mayo de 2012

Dosis extra grandes de realidad.


Hace un tiempo, me miraste fijamente, y me preguntaste si sabía soñar. En aquella época yo, ignorante a más no poder, respondí que sí intensamente; casi ofendida por que tú te lo cuestionaras. Siguió la vida y seguimos nosotros, conduciéndola hacia la comodidad entre besos y constantes viajes en coche. También siguió el tiempo y con él pasamos ambos, desconocidos, desperdiciándonos con una total y completa certeza. Una mañana me desperté a tu lado, cuando ya apenas quedaba nada, y volviste a hacerme la misma pregunta. En aquel momento no supe que contestar. Aún no había rozado con mis dedos el cielo, ni había conseguido llegar a la meta más lejana. Todavía no sabía lo que era ser feliz sin motivo aparente. Por un instante lo tuve claro: no sabía soñar, porque aún no lo había intentado. Fue entonces cuando ambos lo supimos, era el momento de empezar a intentarlo. Tú ya no me mirabas fijamente, y ya nunca me lo volviste a preguntar.

jueves, 19 de abril de 2012

Y tú, ¿qué eres?

Que difícil puede ser todo cuando queremos que lo sea, que caro es el tiempo si no ponemos de nuestra parte, que injustos podemos llegar a ser sin darnos cuenta...

Somos lo que queda de nuestro pasado, los recuerdos de un futuro próximo, las verdades que ocultaremos, los minutos de los que nunca hablaremos. Somos el resquicio de lo que pasó anteriormente, los herederos del consumismo en su máximo nivel, la jodida generación “ni-ni”, los parados, los erejes, los fiesteros, los incansables.

Somos insensibles, ingratos, egoístas, desalmados. Nunca pensamos en las
consecuencias, y nos damos cuenta siempre tarde de las cosas. Somos cada día un poco más viejos, pero no más sabios. Somos las horas puntas en los atascos, los miedos ocultos de los valientes, las lágrimas de los desgraciados y las sonrisas de los falsa o no falsamente felices.

Somos las melodías imperfectas que rodean nuestros días, y todos esos ruidos que construyen momentos perfectos. Alimentamos nuestra alma con mentiras, y luego siempre es tarde para decir verdades. Creemos incoherencias, desmoronamos nuestra realidad lidiando contra nosotros mismos. Somos todo aquello de lo que nos arrepentimos.

Somos todo eso que hicimos y juramos no hacer.

lunes, 9 de abril de 2012

Autodestrucción sentimental.

Coje mi jodido dolor y lánzalo a una fosa honda, muy honda, para que no vuelva jamás. Agarra por el cuello a estos confusos sentimientos y empújalos lejos, para que no quieran regresar. Quema todas nuestras esperanzas, imprégnalas de gasolina, para que ardan bien, y no resurjan de las cenizas. Mata a los recuerdos, para que no me acechen cada noche, para que no me quiten el sueño. Introdúcete despacio en mi mente, y lanza una bomba destructiva que haga que deje de pensar.
No será nada fácil, tendrás que herir al dragón enfurecido de mi egoísmo, luchar contra todo lo que hay debajo de la capa de roca que me he construido, y vencer a mis verdades más oscuras. Haz que desaparezca este dolor, inténtalo, por todos los medios. Destruyelo todo, pero, por favor, que no vuelva nunca más.

martes, 27 de marzo de 2012

Cerca del final, donde todo empieza.



La muchacha se levantó a media noche , como casi todas las noches. Buscando algo, sin saber exactamente el que. Hacía ya varios meses que se repetía la misma escena. Justo a las 3 en punto. Ella se levantaba y deambulaba insegura por los alrededores de la casa. Silenciosamente observaba con paciencia el tímido movimiento de las manejillas del reloj sobre la cómoda. Los minutos martilleaban la realidad destruyendo a su paso la pared que arrinconaba a sus recuerdos en su mente.
-Otra vez esta extraña sensación- pensó. Y una vez más, encontró aquello que andaba buscando: el porqué.
Cuando algo te llega realmente a la capa más compacta de tu ser, lo sabes. Lo sabes desde el principio. Suena peliculero y algo ridículo decir que el tiempo se detiene al paso que avanza el primer momento en el cual ves a esa persona, pero es así.
Ella nunca había creído en historias con finales felices, ni tampoco en leyendas que hablaban de encontrar el amor verdadero. Sus amigos la definían como “extrañamente poco afectiva, para ser mujer”.
-Paradojas del machismo-pensaba ella. La verdad, nunca buscó al hombre ideal. Se dedicaba a vivir su vida como una extraña dentro de su propia existencia. El paso de los años le habían separado de su “yo” real hasta límites insospechados. Quizás hasta tal punto que ni ella misma se conocía. Se veía a sí misma como una persona encerrada en la más completa oscuridad emocional. Ni siquiera podría decirse que estuviera encerrada, ya que no era una postura para nada obligatoria, sino una decisión propia.
En cuanto a los hombres, sus escasas experiencias en el mundo de las relaciones duraderas le habían hecho darse cuenta de la facilidad con la que es posible discutir. Sus historias duraban siempre poco, debido al continuo ataque del monstruo de la rutina, o a su (no sé si llamarlo defecto o virtud), escasa demostración de afecto hacia sus parejas. En cualquier caso, los últimos años habían transcurrido sin ningún “puerto firme” a la vista, y sin ánimo de encender la luz del faro para guiar a algún barco, ella pasaba el rato con amores de una noche; cálidos, efímeros, impersonales, fáciles.


Pero aquella noche supo que había ocurrido algo diferente. Cualquiera que haya salido de noche en una ciudad sabe que se arriesga a exponerse al típico y tópico momento en el cual un completo desconocido se acerca con pretextos puramente sexuales. Quién le diría a ella que esta vez, esa fatídica situación iba a ser el trampolín hacia algo realemente bueno.

El roce de una mano sobre su espalda le hizo darse la vuelta y dejar plantado a su indeseado acompañante. Sería bonito decir algo así como “cuando sus ojos entraron en contacto, ambos supieron que estarían unidos para toda la vida”, pero en la vida real las cosas siempre necesitan un pequeño empujón. Cuando se giró, el vaso que él llevaba en las manos se derramó sobre su falda.
-Mierda-dijo él. -Perdona, solo te he visto un poco agobiada por ese tío y he pensado que tenía el deber de venir a “rescatarte”, si esto puede llamarse así. Vaya...que torpe.
Ella no había dicho ni una palabra aún. Ni siquiera se había inmutado. Cerca, el sonido de la música se hizo solo un eco. El ruido de las copas, de las carcajadas, de los gritos...se hizo solo un murmullo. Y ahí, solo en ese momento, apareció. Tan real que casi podía verla...llegó la luz.

La luz que nunca había querido encender. El faro de su esperanza emocional, la razón de su “sinrazón” , el límite de sus propias fantasías. Ella, siempre tan segura de sí misma, siempre convencida de tener todas las respuestas. Ella misma se quedó en blanco, por primera vez.

miércoles, 21 de marzo de 2012

La infinita ingenuidad que desprende lo efímero.

Lo más bonito de un amor efímero es la irracionalidad que se va derramando tras cada paso que lentamente damos. Las miradas adquieren una importancia especial, como si no hubiera otra cosa en el mundo. Cada beso nos hace llegar hasta lo más alto porque somos conscientes de que tal vez no haya otro más. Los momentos se valoran al máximo, porque inconscientemente somos esclavos del tiempo y su habitual tic-tac, que no perdona ni perdonará. Y luego está lo que tiene esconderse, no ser descubierto, disimular sin conseguirlo...todo es tan divertido.

Pero lo malo de los amores efímeros es eso: su duración. ¿ Y que pasa cuado todo termina? ¿Qué ocurre cuando todo pasa, cuando se acaban los cuentos de hadas ? Una mañana te despiertas y parece que hasta el tiempo está conspirando contra ti. Todas las canciones te recuerdan a él, como el tópico de la niña tonta , como cuando en las películas esperamos el gran final. Pero pasa el tiempo, y todos tenemos que darle al contacto con la realidad.

Aún así, alguien nos dió a conocer una gran verdad cuando afirmó: “Todo es mucho más bonito cuando tiene un final.”